Wednesday, May 18, 2005

El síndrome de Stendhal



Esta mañana he abierto los ojos y a través de la ventana he visto un luminoso cielo azul dibujado por el rastro de aviones como si fuera un telesketch. Mientras sentía el abrazo de Alberto que no se había deshecho en toda la noche.

A veces es todo tan hermoso que casi no puedo soportarlo.

Bajo la ducha he notado la caricia de un millón de gotas de agua, y juro que pensé que todas y cada una de ellas entraban dentro de mí.

A veces es todo tan hermoso que casi no puedo soportarlo.

Caminando hacia la calle María Tubau he visto cientos de flores de colores naciendo de escombreras mientras los coches lanzaban destellos iridiscentes, que han nacido para vivir un segundo y sólo para mis ojos.

A veces es todo tan hermoso que casi no puedo soportarlo.

Me he obligado a detenerme en mi camino. He reconocido mi propia vida en el roce de las yemas de mis dedos y en el aire fresco entrando en mis pulmones. He mirado al sol con los ojos cerrados y he visto el lugar de dónde surgí.

A veces es todo tan hermoso que casi no puedo soportarlo.

Me he cruzado con decenas de personas y he notado el calor de sus voces y el destello de sus miradas sobre mí. Todos ellos milagros andantes, seres humanos como yo. Diego me ha masajeado el cuello durante diez segundos sólo por el puro placer de sentirme feliz

A veces es todo tan hermoso que casi no puedo soportarlo.

No puedo esperar para llegar a casa y volver a ver cómo en silencio dos hombres que se quieren, sonríen. Y volver a sentir el abrazo que no cesa, como el rayo. Cerrar los ojos y dormir mientras cientos de aviones siguen haciendo dibujos sobre mí.

Sí.

Quiero que alguien me presente a Dios. Quiero estrechar cálidamente sus manos entre las mías y decirle: “Gracias”.

Porque a veces es todo tan hermoso que casi no puedo soportarlo.

El retrato de Dorian Gray



No hace mucho un amigo me piropeó con una frase que me hizo temblar: “¡Qué alma tan bonita tienes!”, me dijo.

Trato de encajar lo halagos lo mejor que puedo pero éste me pilló por sorpresa y tuve que echar mano de la rotundidad para contestarle: “¡Qué equivocado estás!”, dije. No contento con mi respuesta, me replicó: “¡Qué poco te conoces!”

He escuchado muchas veces halagos dedicados a mi bondad, y siempre me ha provocado cierto desasosiego. Tanto desasosiego como las críticas: Miguel Ángel tiene un fondo oscuro, dicen algunos, sesgando la mirada, como si hubiesen visto una ráfaga de algo que no han podido ver en su totalidad. Yo vivo en esa totalidad. Pero ciego como un topo bajo tierra.

Ha habido mucha gente que ha sido feliz a mi lado, pero yo siempre he pensado que esa felicidad ha surgido por su amor por mí, de forma independiente de todo lo que haya podido hacer por ellos.

No tengo buen concepto de mí mismo. Los curas sembraron muy profundamente de mí cuando era niño el sentimiento de pecador y el concepto del infierno: Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.

Un día le pregunté a Alberto: “¿Por qué me quieres?”. Me contestó: “Porque eres bueno”.

Scully y Mulder me suelen decir que la verdad está ahí fuera, pero la verdad que me interesa sé que está aquí dentro. Ojalá pudiera volver los ojos del revés y poder mirar dentro de mí. Todas las noches rezo a San Óscar Wilde para que me mande un retrato como el de Dorian Gray y poder descubrir cómo soy de verdad.

Mientras tanto me tengo que conformar con pequeños rastros de luz que me dejan los demás. Pero tengo 37 años y ni siquiera me hecho una composición de lugar.

Friday, May 06, 2005

Drogas


Llevo todo el día drogado y no puedo más. He ido a hacer pis y he visto cómo el granulado del mármol bailaba frente a mí. Odio la culdina y al maldito Alter que lo inventó. Prefiero mil veces navegar entre mocos. Echo de menos las drogas de verdad: Quiero ir al gimnasio ya, ahora mismo, y darme un machaque de pesas de tres horas que me deje absolutamente endorfinado. Pero la culdina no me deja ni levantar el teléfono. Quiero irme con mi novio esta noche a cenar doce piezas de sushi que nos estimule para una buena sesión de sexo. Pero no puedo porque la culdina ha arrasado cualquier rastro cognitivo en mis papilas. Encima tengo que explicarle a Sonia Arenas lo que tiene que decir cuando le pregunten cuántos kilos pesa.

No puedo más, necesito mi dosis de endorfinas y sushi. Ahora. Estoy empezando a ver granulado sin un maldito mármol a quien echarle la culpa.