Monday, August 29, 2005

La vida como paradoja

Soy transparente, pero oscuro.
Soy de cristal, pero nunca me rompo.
Todo me afecta, pero nada me cambia.
Soy muy sensible, pero imperturbable.
Creo en la verdad, pero sólo sobrevivo con mentiras.
Creo en Dios, pero no tengo ni idea de lo que es.
Soy conservador, pero voto a la izquierda.
Detesto las sorpresas, pero me aburro.
Soy guapo, pero no acabo de gustar.
Camino como un pato, pero bailo como Dios.
Soy viejo, pero me visto como si tuviera 18.
Soy joven, pero vivo como si tuviera 68.
Ansío el amor, pero no lo alimento.
La acción me da la vida, pero soy vago.
No me entero de nada, pero veo más allá.
Amo a la gente, pero vivo encerrado en el egoísmo.
Paso inadvertido, pero todos me recuerdan.
He hecho siempre lo que me han dicho mis novios, pero he sido yo quien les ha cambiado la vida.
Presumo de profundo, pero me obsesiona mi aspecto físico.
Tengo talento, pero mi cerebro es un grifo abierto de mediocridades
Adoro la belleza del mundo, pero me tengo la mirada fija en mi ombligo.
Soy muy feliz, pero llevo a la tristeza cogida de la mano.
Me encanta mi forma de ser, pero soy mi peor enemigo.

No esta mal, ¿eh? A ver quién me gana a paradojas.

Monday, August 22, 2005

La gran familia

Esta es la familia que me ha tocado en suerte. La familia no se elige. Hay un ente o demiurgo que te impone un papá, una mamá y unos hermanos. Hay ilusos que creen que incluso eligen a sus cuñadas. Pero no, Ramstad te impone una serie de cuñadas a las que tienes que aprender a amar. Bien, pues esta es mi familia. En esta familia no hay lazos de sangre, y cada uno somos de un padre diferente. Algunos somos hijos de Juan Luis, otros de Rober y luego están los hijos e hijas de Carlota. A veces pasa alguien con el pasillo y le pregunto a mi hermano, “¿y éste quién es?” y me responde “pues debe ser de la familia, porque come de nuestro mismo plato”. Y a los tres días ya hemos aprendido amarle. Somos una familia moderna, atea, que no sigue las normas del Vaticano. En un principio éramos hijos de dos papás, luego de un papá y de una mamá y ahora somos hijos de dos mamás. No sé si esto nos produce problemas psicológicos en nuestra fase de crecimiento, pero creo que eso no importa porque ocurre que estamos todos bien creciditos y todas nuestras psicopatías vienen de antaño. Pero lo que es seguro es que algunos empeoran, sobre todo cuando se acerca el trimestre. Cada tres meses mamá, papá o la tía se reúne contigo en el cuarto de los ratones para darte uno de estos dos mensajes: uno, que si sigues siendo hijo suyo, o dos: que en realidad eres hijo del butanero y que te largues. Pero todo con muy buen rollo porque hemos aprendido a querernos. “Hijo, no te preocupes, siempre tendrás a Canal 4 para que te adopte”. Eso siempre es un alivio. Porque todos necesitamos el cariño de la familia, tanto, tanto como el salario de fin de mes, o de la segunda semana del mes o de cuando sea que pague Ramstad, el demiurgo. En fin, somos como los Serrano. Y claro, luego ocurre lo que ocurre, que nos queremos acostar con nuestros hermanos y hermanas porque no hay miedo que nos salgan los hijos idiotas. Esto es un “sindiós”. Pero eso es precisamente lo que hace de esta familia algo tremendamente divertido. Estamos tan unidos que las chispas saltan por todas partes. Hay cortocircuitos y apagones. Todavía no ha ocurrido ningún incendio ni para bien ni para mal. Porque estamos tan juntos en un espacio tan pequeño en unas horas tan vespertinas que la relación incestuosa está al caer. El Papa Ratzinger se tira de los pelos cuando piensa en nosotros. Es un exagerado porque, querámoslo o no, seguimos las tradiciones cristianas. Esta familia se reúne diariamente para celebrar la Navidad, y rezamos a la santa audiencia para que todos los miércoles y viernes sea Nochebuena. En esta gran familia, muchos echamos de menos a los chenchos desaparecidos, que se perdieron en una plaza mayor llena de desencuentros. Y yo me siento como el abuelo Isbert que farfulla entre dientes: “Esta maldita vida moderna acabará con la familia”. Y Críspulo responde, “voy a encender un cohete que llegue hasta el cielo para que eso no ocurra nunca”

Tuesday, August 09, 2005

Ruidos de carga

En tu ausencia, el silencio llenó la casa como el agua en una piscina. En el fondo, hundido por el peso de mi pereza, mi mirada se perdía en las burbujas. Eran como minipantallas de plasma donde se reestrenan tus películas. Es difícil caminar en el agua. Intentaba posar mis pies en tus huellas pero desistí al descubrir que esos pasos me llevaban hacia mi retrato de Doria Gray, rasgado y apuñalado. No quería ver esa cara. El silencio no era tal, porque de algún lado dentro de mí venían ruidos de carga. Como el sonido de un ascensor que se desploma desde el piso cien. Los pies en suelo firme pero la caída... libre. Intentaba cerrar los ojos pero ante mí aparecían lobos que a dentelladas mordían el aire que respiraba. De sus fauces surgía tu mano que quería tocar mi pecho. Párpados condenados. Ventanas abiertas de par en par. Como una imagen espectral de cuencas vacías. Me veía reflejado en las minipantallas de plasma y parecía el ángel de cristal que todas las mañanas me visita, que me roza con las alas y que no habla. Sólo el sonido de los mirlos le acompaña. Los mirlos y los ruidos de carga.

Tuesday, August 02, 2005

Ama a tu prójimo como a ti mismo

Los homosexuales nos podemos casar. Como tu papá y tu mamá. Este hecho que parece anecdótico es increíblemente trascendental. Es revolucionario. Es una declaración de Paz. Me emociona pensar en todos aquellos que han sido tan infelices porque el resto de la sociedad les rechazaban por ser homosexuales. Hay mucha gente que ha sido insultada, golpeada, discriminada, asesinada o suicidada por ser homosexual. Millones de víctimas en todas partes, en todos los tiempos. Un holocausto sin sentido. Yo mismo noté ese odio en mis tiernos años de colegio. ¡Maricón!, me llamaban. Mi pequeñito corazón encogido no tenía ni idea de dónde venía ese odio. No sé de dónde venía ese rechazo, quién lo inventó, por qué. Tal vez adivino de dónde, de la misma mafia que desde siempre nos ha declarado la guerra: La Iglesia. Esa Iglesia Gallina que empollaba el huevo de la serpiente, que mimaba escondida el odio en la sociedad hacia los homosexuales. Ahora sale a la luz porque está sola , el Estado le ha abandonado en ese odio y necesita ayuda para devolvernos al subsuelo. Aberrantes, de peor condición que las ratas; así nos llama la Iglesia. Pero los gays y lesbianas no volveremos a escondernos bajo tierra. Quien quiera tumbarnos con la coz de la vergüenza le responderemos con bañas de orgullo. La Iglesia nos ha declarado la guerra y guerra es lo que tendrán, aunque supongo que la Iglesia no tiene mejor enemigo que sí misma y el Papa Ratzinger se autodestruirá fagocitado por su lado oscuro.

Tengo una visión. Los papas, los ayatolás y su cultura del odio desaparecerán. Las oscuras religiones se irán y llegará el día en que reine la dulce Ciencia, cuando no haya más Dios que la Humanidad y cada Hombre y Mujer sea su Profeta, sin más credo que Amo a mi prójimo como a mí mismo. Llegan tiempos mejores.